01 abril 2013

Cuando comer es un placer: Sudestada

Es como ir a un espectáculo, a una función.
Lo más importante es disfrutar de una compañía cómoda, de confianza.
Y así fue. Una excelente compañía, preguntona, atrevida y muy poco escrupulosa, como debe de ser siempre, y más en estas ocasiones.
Disfrutamos de una cena en el restaurante Sudestada, conocido como uno de los mejores asiáticos de Madrid. 
Un espacio limpio, sin ninguna extravagancia, lo que le hacía realmente elegante. Manteles y servilletas blancas, bancos y sillas de madera
En lugar de platos, bols blancos, que cambiaban con cada plato. 7 platos. 
Menú siete pasos, pero largo de disfrute. 3 horas comiendo, disfrutando y riendo. Cada plato debidamente explicado, por el contenido y, lo más importante, cómo comerlo.
Mostraré algunos de los platos, con una descripción provinciana.
Como aperitivo, un chupito de sopa de Miso.


  

 
 
De postre, cosas ricas, pero nada del otro jueves, excepto una gelatina de coco riquísima.

Mención especial merece la Sumiller, lituana, rubia, sencilla, coherente, buena consejera. Probamos unos vinos raros, era lo que queríamos. Un blanco color oro de Cuenca, un tinto de Portugal y un Jerez de edición limitada y no se qué en barrica de whisky. Exquisito todo. 
Conviene añadir que no es muy aconsejable ponerte demasiado turcio en este tipo de cenas, porque no distingues, no disfrutas y te atoras.

El público, discreto, pero con un perfil definido: señoras y señores, clásicos sin visón, cultos, finos, de unos 50 años. Con pasta. Que estaban allí porque sabían. Agradable. Los camareros nos hicieron sentir muy cómodos. Volveré, me gustaría volver con mi hermana, le gustará.

Un aplauso muy fuerte para Juan por bruto, a Iria por amorosa, a Primate por divertida y a Javito por dejarse sorprender todo el rato.
Si no es indiscreción, os diré que el menú de 7 pasos son 45 € y el de 9 son 55 €. Vinos a partir de 13 €.
Bueno, y no van y de postre nos ofrecen "chupito de hierbas alemán". Pues nada oye, después de lo sofisticado de la cena nadie dijo que no. Hasta que se acerca el camarero con una verde botella...¡de cervatillo! OMG! ¡Era cervatillo!
Vozka de cerezas fue la elección. Re-cha-za-mos el chupito de hierbas alemán.
Porque un señor que sabe mucho y que se ha ido hace pocas semanas decía: 
no pongáis una guinda de mierda a un rico pastel.

No hay comentarios: